Últimamente asisto a muchos foros donde se afirma sin ningún rubor que en TI la formación formal ha muerto y que lo que viene es la formación informal, desatendida, a la carta, personalizada y obviamente 'online' y sin horarios. Pero, ¿corroboran los datos y las evidencias estas afirmaciones?

Empecemos por ver qué entendemos por formación formal e informal en dicho contexto y cuáles son las modalidades en cada tipología. Cuando nos referimos a formación formal estamos hablando de aquella que es impartida por un formador o trainer, y que lleva asociados unos contenidos definidos, unos objetivos de aprendizaje establecidos, unas competencias a adquirir, una metodología de aprendizaje y un instrumento para evaluar que el alumnado ha adquirido dichas competencias y objetivos de aprendizaje; sea en modalidad presencial en un aula o virtual a través de la red. Cuando no se dan esos elementos, bien porque no hay un formador o no hay unos objetivos de aprendizaje o competencias a adquirir o un instrumento de evaluación de dicha consecución, estaríamos hablando de formación informal, típicamente en modalidad de teleformación.
Es cierto que la formación informal desatendida puede presentar una serie de virtudes o ventajas que la hacen atractiva para buena parte de los posibles alumnos. Estas van desde la adaptación a los ritmos de aprendizaje del alumnado, la comodidad y ubicuidad en el acceso a la formación desde la ubicación seleccionada por el estudiante, la universalización del acceso al eliminar los limitantes geográficos y al reducir los económicos de desplazamiento o, incluso, la últimamente muy valorada capacidad de conciliación. Sin embargo, no es menos cierto que puede llegar a presentar un conjunto relevante de problemas o al menos riesgos: la posibilidad de falta de seguimiento de la formación —lo que redunda en la no superación de esta—, la falta de consecución de los objetivos de adquisición de competencias asociadas a la formación o incluso las dudas sobre la calidad de la formación recibida.
Para ver si esos riesgos se convierten en realidades nada mejor que acudir a los datos de un centro con expertise y reconocimiento en la formación de profesionales del sector TI como es del Centro de Novas Tecnoloxías de Galicia. Los datos de las formaciones impartidas en dicho centro, que son cuidadosamente medidas y analizadas en cuanto a la consecución de los objetivos de superación de la formación, obtención de las capacidades y competencias asociadas a la formación y calidad percibida por el alumnado de la formación, indican que el porcentaje de alumnado que supera la formación se sitúa en el 93,32%, porcentaje que se incrementa un punto en el caso del alumnado femenino; pero dicho porcentaje no es uniforme entre la formación de carácter más formal y aquella que sigue una tipología más informal.
Si bien en la formación formal el porcentaje de superación se sitúa en el 95,68%, ese porcentaje se reduce al 84,17% en el caso de la formación informal y desatendida, lo que corrobora que la formación informal falla en la consecución del primer objetivo de una mayor tasa de superación de la formación. En cuanto a la calidad percibida por el alumnado, se sitúa en un 9,11 sobre 10 en la formación formal, frente a un 8,98 en la informal y desatendida.
Sin ser abrumador, en este segundo objetivo el resultado también es peor en la desatendida. En cuanto a la consecución del tercer objetivo, la superación del instrumento de evaluación de la consecución de las competencias asociadas a la formación, en la formación formal esa tasa se sitúa en el 89,11% frente al 68,88% de la informal, por lo tanto en este objetivo fundamental la formación informal también fracasa frente a la formación formal.
Por lo tanto, podemos afirmar, sin tener que ruborizarnos, que la formación formal, presencial o virtual, pero con sus contenidos, metodologías, formadores, y horarios, no solo no está muerta, sino que está más vigente que nunca; especialmente si nuestro objetivo es recibir una formación de calidad que nos permita acreditar en un mercado cada vez más competitivo que disponemos de las competencias que el mercado nos demanda.
El autor de este artículo es Carlos Vázquez Mariño, director del Centro de Novas Tecnoloxías de Galicia (CNTG)